La experiencia del ciudadano dentro de un edificio público empieza mucho antes de que llegue a una ventanilla. Empieza en la acera, en la entrada, en el hall. Y una parte fundamental de esa experiencia está en la luz.
Una iluminación mal diseñada puede confundir, generar inseguridad o simplemente incomodidad. En cambio, una luz bien planificada transforma el entorno: orienta al usuario, mejora la percepción del espacio y transmite profesionalidad e innovación institucional.
La luz como herramienta de orientación y confort
En los edificios públicos, la luz tiene un papel mucho más importante que el de iluminar. Se convierte en un sistema de señalética emocional. Una temperatura de color adecuada puede marcar el recorrido, resaltar zonas de atención o indicar puntos de espera. Por ejemplo, una entrada cálida y uniforme genera sensación de acogida, mientras que una iluminación direccional en pasillos ayuda a guiar al visitante sin necesidad de señalización adicional.
Además, una buena distribución lumínica reduce el estrés visual, mejora la accesibilidad y favorece la inclusión de personas mayores o con movilidad reducida. También está ganando terreno en centros administrativos y hospitales, mejorando el bienestar y la productividad tanto de usuarios como de empleados.
Diseño lumínico y percepción del espacio
La forma en que la luz incide sobre materiales y superficies puede cambiar por completo la percepción de un espacio. Techos altos, ventanales amplios o revestimientos claros pueden potenciarse con una iluminación indirecta o perimetral, generando profundidad y una atmósfera más ligera.
En varios de nuestros proyectos, desde ayuntamientos hasta centros de salud, hemos comprobado cómo la luz puede redefinir la relación entre las personas y los espacios públicos. Un ejemplo claro se da en la renovación lumínica de edificios administrativos, donde una planificación adecuada ha permitido reducir el consumo energético hasta en un 60%, al tiempo que mejora la orientación de los visitantes y la calidad del ambiente de trabajo.
También en centros de salud, una iluminación más cálida y natural en las zonas de espera ha ayudado a disminuir la ansiedad de los pacientes, generando una experiencia más humana y cercana.
Conclusión: la luz como parte de la identidad pública
La iluminación no solo mejora la estética o la eficiencia energética de un edificio: es un elemento esencial de la experiencia ciudadana y de la identidad institucional. Cuando se diseña correctamente, la luz convierte cada espacio en un mensaje: claridad, confianza, transparencia y bienestar.
En ILS-ILUCA creemos que cada proyecto público merece una luz que inspire y oriente. Porque cuando la iluminación se planifica con propósito, los edificios no solo funcionan mejor: también comunican mejor.


